En estos días al leer las noticias no puedo dejar de pensar en Miren, Laura, Montse o Sabela, están en su último curso antes de dar uno de los grandes saltos de su vida, ellas van a segundo de bachillerato y tienen 16 o 17 años. Entre clases, deporte y aficiones cada fin de semana salen a divertirse y cada viernes o sábado vuelven a sus casas. Se avisan unas a otras por el grupo de whatsapp de amigas que han llegado y están ya sanas y salvas en sus hogares. No tienen miedo, pero les hemos enseñado que se tienen que cuidar y proteger. De alguna manera, han aprendido a que deben acompañarse unas a otras, mejor que no vayan solas, que no vuelvan demasiado tarde, que vistan modernas pero que sus ropas no den a entender que son chicas “fáciles”, mejor si no beben, si lo hacen que controlen sus copas no vaya a ser que alguien les eche algo y luego pueda hacerlas daño, pero lo mejor es que siempre beban con moderación, la moderación suficiente para poder defenderse. Miren, Laura, Montse y Sabela han interiorizado y hemos normalizado que deben estar en alerta.
Estos días, también pienso en Joan, Xabi, Pablo y Nacho. También están en segundo de bachillerato, comparten aulas con Miren, Laura, Montse y Sabela y al igual que ellas, sus vidas transcurren entre las clases, el deporte y los planes festivos del fin de semana. Ellos no se avisan al llegar a casa, tampoco tienen miedo en el regreso a sus hogares y si lo hay esta relacionado con que les puedan robar, una pérdida de carácter material. A ellos también les damos consejos para que se cuiden, les hacemos comentarios sobre su ropa, queremos que vayan guapos, pero ni se nos pasa por la cabeza la expresión de “chico fácil”, que carece de todo sentido, queremos que no beban alcohol y si lo acaban haciendo que también sea con moderación, porque queremos que lo pasen bien, pero no tenemos miedo a que puedan ser agredidos sexualmente.
Pienso en ellas y ellos, al ver las noticias sobre el juicio de Sanfermines donde cinco chicos son acusados de agredir sexualmente en grupo a una chica en las fiestas de Pamplona en 2016. Observo la cobertura que están realizando los medios de comunicación y cómo se está desarrollando el proceso judicial y me recuerdo la importante labor que tenemos la comunidad educativa para contribuir a la transformación social. Siempre he considerado fundamental la educación para la igualdad, fomentar que chicas y chicos tengan las mismas oportunidades, construyan relaciones sanas y positivas de forma que acabemos con la lacra social que supone la violencia de género. Sin embargo, y reconociendo que el trabajo realizado en materia de igualdad hasta el momento da sus frutos, creo que es urgente garantizar que las leyes aprobadas sean una realidad y que los planes diseñados en este sentido cuenten con el presupuesto para ser aplicados y que el Pacto de Estado contra la violencia apoyado por todos los grupos políticos presentes en el congreso tenga una hoja de ruta, con calendario y dotaciones económicas. Necesitamos recursos para que nuestras chicas y chicos no estén en la obligación de seguir siendo valientes y heroicas, queremos, como se corea en las movilizaciones feministas que sean libres.
Es fundamental que en todos los niveles de sistema educativo se integre la perspectiva género en la elaboración del currículo y la elección de los contenidos. En nuestras aulas desde infantil hasta la educación superior se encuentran chicos y chicas que tienen que aprender a relacionarse con respeto, que deben saber valorarse, que tienen que apreciar la oportunidad de la diversidad y aprender a exigir la igualdad de derechos. Chicas y chicos que necesitan de una educación emocional que les enseñe a poner nombre a sus emociones, que les asegure una buena autoestima, que les facilite aprender la gestión pacifica de los conflictos, que les permita construir relaciones basadas en el consentimiento y en el cuidado de las personas. Tenemos que borrar de nuestras aulas la idea de “chica fácil”, debemos eliminar cualquier posibilidad de complicidad con la agresión, no hay excusa ni contexto en el que se deba justificar la violencia.
En nuestras aulas se forman periodistas que tendrán la responsabilidad de informar verazmente, con crónicas y reportajes donde conseguir avanzar en romper con los estereotipos machistas. A través de su pluma la sociedad conseguiremos entender la complejidad de la violencia de género. En nuestras facultades de derecho están las juezas, fiscales y abogados del mañana y es fundamental su formación con perspectiva de género para que los procesos judiciales sean justos y no se revíctimice a las mujeres que han sufrido una agresión o han vivido una relación con violencia de género. Es imprescindible que se cuestione y se pregunte a quien supuestamente ha cometido el dolo y no a quien lo ha sufrido.
Según las investigaciones del Ministerio de Interior y del Observatorio de la violencia de género sólo se denuncian el 10% de las agresiones sexuales, vemos la punta de iceberg de las violencias que se producen contra las mujeres. Si queremos afrontar esta realidad, si nuestro interés es erradicar la violencia, como así nos lo recuerda el 25 de Noviembre, un paso previo es asumir la credibilidad de las mujeres y por tanto acabar con el mito de las denuncias falsas.
Miren, Laura, Montse y Sabela y como ellas tantas otras, todas las mujeres y niñas de este país no se merecen vivir en alerta ante una posible agresión, y si las agreden no deben sentirse culpables ni responsables, no hay nada que lo justifique, no deberían ser valientes para denunciarlo y recibir justicia y reparación. Ellas como todas las mujeres de este mundo tenemos derecho a una vida libre de violencia. Joan, Xabi, Pablo y Nacho y como ellos, también tantos otros, todos los hombres y niños de este país merecen aprender a compartir la vida en igualdad, a que las relaciones afectivas y sexuales tienen que ser construidas desde el consentimiento y no hay espacio para la violencia de género.
Para Miren, Laura, Montse y Sabela, para Joan, Xabi, Pablo y Nacho para el conjunto de la comunidad educativa, desde FeSP-UGT queremos contribuir con este Educando en Igualdad, porque es también nuestra responsabilidad acabar con la violencia.