EL NUEVO DIRECTOR DE RRHH
(Y VAN TRES EN TRES AÑOS)
¿CAMBIO COSMÉTICO? ¿BLANQUEO DEL DESGUACE DE SERRANO?
¿TAPAR EL RUIDO DE CCOO Y UGT POR RAZONES ELECTORALES?
¿O APUESTA SERIA POR PARALIZAR EL HUNDIMIENTO DE CORREOS Y REORIENTAR EL MODELO POSTAL PÚBLICO DE NUESTRO PAÍS?
CCOO y UGT ya dimos cuenta en julio (macutazo de la prensa, mediante) del previsible nombramiento de Fernando Ramírez Ruiz, un hombre de total confianza de la presidenta de SEPI, Belén Gualda, por tanto, de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero. La trayectoria del nuevo director de RRHH –ya confirmado el día 5 de septiembre-, que ya dimos a conocer entonces, ha estado más vinculada a los procesos a corto plazo de reconversión, y de ajuste de plantilla y de la cuenta de resultados (AIRBUS en el sector privado, Navantia en el público), que a la configuración de proyectos ambiciosos expansivos a largo plazo, como es el que estamos demandando CCOO y UGT para el Correo público de nuestro país.
Sea como fuere, viniendo de la mano de quien viene, le hacemos consciente de la situación de tierra postal calcinada en la que se encuentra el Correo Público de nuestro país; también de que las causas no hay que buscarlas en la pandemia, o en la digitalización, o en el e-commerce, o en las exigencias del mercado, la creciente y desleal competencia, o en los irredentos “postalones” (Serrano, dixit) que se niegan a cambiar. Causas que, en mayor o menor grado, siempre han existido y que Correos, con sus profesionales al frente, ha sabido sortear exitosamente durante décadas mediante reformas graduales y pactadas, siempre lideradas sindicalmente por CCOO y UGT, que lograron una prestación de servicio público postal de calidad y situaron a Correos en los primeros puestos da valoración ciudadana (CIS), así como unas cuentas saneadas y, en no pocas ocasiones, con altos beneficios. La causa es más simple, a la vez que increíble en el marco de un Gobierno progresista: un Plan Estratégico conscientemente dirigido al desmantelamiento, deconstrucción y aniquilamiento del servicio público postal y del operador público que lo tiene asignado, que pretende llevarse por delante no solo su historia tricentenaria, que también, sino, además, su misión esencial en la vertebración social y territorial de nuestro país y el empleo de decenas miles de empleados/as públicos/as y el sostén de sus familias.
Las Huelgas de los pasado días 1, 2 y 3 de junio, y la presencia de 20.000 trabajadores/as de Correos en forma de MAREA AMARILLA recorriendo las calles de Madrid y apostándose ante el Congreso de los Diputados –de las que no tenemos ninguna duda que el nuevo Director de RRHH habrá tomado buena nota- lanzaban un mensaje inequívoco a SEPI, Hacienda (como propietarios), pero también al Gobierno PSOE-UP –especialmente al primero, que es en el que recae la responsabilidad del nombramiento político del actual presidente de la compañía pública– en una doble dirección: el hartazgo de la plantilla de los más de 47.000 empleados/as públicos postales por la situación de derrumbe y quiebra total del Correo Público de nuestro país como consecuencia del Plan de Desguace liderado por el peor gestor de la historia de Correos, Juan Manuel Serrano; pero también la total incomprensión de toda la plantilla y sus familias por la pasividad y, por tanto, connivencia de los máximos responsables “in vigilando” en materia postal, SEPI y el Gobierno.
No parece que SEPI y el Gobierno hayan tomado nota de ese mensaje inequívoco de las movilizaciones y del pozo sin fondo en el que Serrano ha metido a Correos –y también, de paso, a sus “mayores”-. Intervenir Correos con los nombramientos de dos nuevos “corresponsales”, los directores de Estrategia (Enrique Jesús Cervera Grajera) y de RRHH (Fernando Ramírez), y de la nueva directora de Participadas (Dolores Alonso, proveniente de ADIF) en la propia SEPI, en sustitución de sus antecesores no es una señal de rectificación para solucionar la hecatombe actual teniendo en cuenta que el responsable sigue campando por sus respetos con el mismo mensaje (el mismo derroche de dinero en publicidad falsa) con el que inició el desastre en el que ha situado finalmente a Correos.
Por el momento no vislumbramos señales inequívocas del reconocimiento del error inmenso de haber permitido (por activa y por pasiva) llegar hasta aquí. Se equivocaría SEPI y el Gobierno si busca una mera operación cosmética para blanquear la responsabilidad del máximo culpable del desaguisado de Correos, el presidente Serrano, o se quiere tapar el ruido sindical de CCOO y UGT para aliviar el coste electoral de cara a las Elecciones Autonómicas y Locales. Si, realmente, se quiere abrir una discusión seria y en profundidad sobre EL RETORNO a la normalidad es preciso que quien tiene competencias para ello admita hablar de lo importante, esto es, la paralización del Plan Estratégico de Desguace, rectificando lo que haya lugar de lo actuado, la definición de un MODELO POSTAL moderno, sostenible, eficaz y eficiente por quien corresponda, la reorientación de las líneas estratégicas de la compañía para evitar el hundimiento total de Correos y la desaparición del servicio público que tiene encomendado por ley.
Para los más 47.000 trabajadores/as de Correos resultaría inaceptable que, conociendo como conocen la quiebra financiera y hundimiento de Correos (lo que vendría a ser causa de disolución en términos empresariales en el marco privado), la quiebra moral de la plantilla en su conjunto, directivos y puestos bases, y la quiebra total del diálogo social por primera vez en décadas, los máximos responsables de Correos “in vigilando” (SEPI y Gobierno), tras tres años de la constatación del soberbio fracaso del “modelo Serrano”, sigan mirando para otro lado creyendo que el problema se soluciona con un mero cambio de nombres de la tripulación sin cambiar el rumbo del barco, que sigue haciendo aguas por cada vez más vías y que mantiene al frente del timón al mismo que está provocado su hundimiento.
Al Señor Ramírez le damos la bienvenida, aunque la solución al problema de un Correos de país, como él bien sabe, no está, principalmente, en el ámbito de los Recursos Humanos, sino alrededor y mucho más arriba. Se agradece que, en el primer contacto informal con CCOO y UGT, se haya corregido, al menos formalmente, el tufillo antisindical, soberbio y sectario, sin duda al dictado serranista, de la anterior directora provisional de RRHH. No confundir discrepancia con exclusión, algo básico en la democracia empresarial, se esté o no de acuerdo, es una forma razonable de abordar los enormes problemas que subyacen hoy en Correos.