Si empezamos el análisis de situación por arriba, en los Servicios Centrales, observamos como se ha dividido a la gente entre epígonos del líder y discrepantes, cuya discrepancia parte de la lealtad y la honestidad profesional. Los discrepantes en la torre de marfil son esos que no le dan la razón, por sistema, al líder y a las sinrazones. Son esos que se atreven a decirle al rey que está desnudo aún y a sabiendas de que esta honradez puede salir cara.
Los discrepantes son también sospechosos de pensar por sí mismos y por tanto peligrosos para ese establishment de la paranoia que se ha instalado en la planta noble de la Sede Central. Por eso, si llega el caso, se les aparta o se les margina, se les cesa con malas formas o bien se les despide. Eso, cuando no dimiten antes, cansados del bullying y la sinrazón (no hablamos de oídas, son hechos que conoce todo el mundo en Vía Dublín).
Por el medio, está la gente que ocupa puestos de cuadros y mandos en la estructura periférica de la casa. Jefes de área, jefes de sector, jefes intermedios, jefes de equipo, jefes de oficina, etc. gente sometida al estrés de recibir órdenes y contraórdenes, de la noche a la mañana, en muchos casos sin fundamento ni aplicación lógica en la gestión, y teniendo que afrontar el dilema de aceptar sin rechistar ni cuestionar (profesionalmente) las medidas que vienen de arriba que, además de no dar solución a los problemas organizativos les enfrentan a los trabajadores y a los sindicatos. Por otra parte, entre los cuadros y mandos intermedios funciona eficazmente el factor “miedo” provocado por la propagación de noticias provenientes desde la Sede Central sobre ceses y despidos de profesionales de prestigio en la alta dirección de Madrid, profesionales de sobrado conocimiento –know how a raudales- y años de experiencia. Sobre esto último hay que apuntar que, en la zona noble del Campo de las Naciones, la experiencia y los conocimientos, de los postalones –termino que el Sr. Serrano ha utilizado más de una vez en público para referirse a los profesionales nacidos y criados en Correos– son un lastre y no una cualidad para utilizar y aprovechar.
Y siguiendo con la irresponsabilidad en lo de procurar la cohesión interna, no ayuda para nada el relato de algunos jefes que han escuchado al Presidente de Correos en alguna de sus visitas a la periferia, comentarios del estilo de »….si esos jefes no valen los cesamos y no me importa cargarme a la mitad….». La cuestión es que, ese estilo autoritario, que ya es “marca de la casa”, es coherente también con las amenazas y las presiones directas a más de un jefe (una llamada telefónica del jefe supremo y/o del epígono de turno, bastan para transformar la duda racional de un jefe que conoce el oficio postal en una actitud de aceptación militar de una orden irracional). Guste o no guste, esta es una realidad que nos transmiten “sotto voce” (no vaya a ser…) a los sindicatos muchos jefes.
Conviene decir que, ya antes de la crisis, los sindicatos habíamos detectado un clima asfixiante de «miedo» entre una gran parte de la estructura directiva de Correos. Abundan las historias de un ejercicio de la autoridad exacerbado y de menosprecio al “postalón” por parte del Presidente y de su guardia pretoriana. Y cabe destacar que la calificación de “modelo de gestión autoritario” no sale de los sindicatos, Somos transmisores, guste más o menos, de un sentimiento que existe. Es algo que se sabe y de lo que se habla hace ya tiempo, fuera del ambiente oficial, por temor a las escuchas del “aparato” o a los inevitables peones ávidos de reconocimiento a su labor. Un compañero con solvencia en eso de los análisis políticos dice que, actualmente en Correos, existe una forma de gestionar desde la cúpula basada en una suerte de estalinismo chusquero. La realidad que conocemos no ayuda a rechazar el análisis
¿Y por abajo…? Pues por abajo también está la gente. Lo más auténtico de Correos, la gente que no necesita ser “voluntaria” para dar una imagen diaria y positiva del Servicio Postal ante la sociedad. Gente que se dedica a trabajar como cualquier persona normal y a ganarse su sueldo sin necesidad de que le apelen al espíritu de ninguna cornamusa (entre otras cosas porque quien les apela es el que la desplumó, a base de espirales, puntos y rayas, gastando un pastón que hubiera estado mejor invertido en la compra de EPIS para los apelados).
La gente de abajo, es gente esforzada, dedicada a currar y que tiene el “defecto” de hacer más caso a los BULOS de los sindicatos que al “agitprop” de esas “tan competentes como bien mandadas” gentes de la comunicación, que son enviadas a la batalla diaria de lanzar “cortinas de humo” a mayor gloria de la imagen presidencial y a sembrar la desconfianza hacia los sindicatos. La gente de abajo es gente muy alejada del modelo de “pose y foto” que tanto le gusta al Señor Serrano fotografiar con mascarillas y guantes. Ello contrasta con el hecho de que a los de carne y hueso, a los currantes que salen a la calle, que están detrás del mostrador o en los CTA, se les han estado hurtando las medidas de protección a las que tenían derecho. La gente de abajo es esa a la que el Presidente Serrano llamaba “compañeros” el 19 de Marzo en una carta (que desprendía un tufo paternalista/populista que creíamos olvidado). Una carta que ordenó difundir a los directivos hasta el “último rincón” (que incluso planteó que se “leyera en voz alta” en los centros de trabajo como en tiempos de la infausta). En la carta del día 19 se garantizaban los EPIS a sabiendas que era falso de toda falsedad. Por no hablar de su negativa, recogida en esa carta a suministrar mascarillas. Fuimos los sindicatos los que obligamos, con la ayuda del Ministro de Fomento, a rectificar el empeño del Presidente de no facilitar las mascarillas por no considerarlas necesarias. Mascarillas que en los anuncios publicitarios si llevaban los carteros fotografiados.
Por no hablar del ataque impresentable a los sindicatos que incluyó –sabemos que fue por encargo personal– en su delirante carta del 19 de marzo. El Presidente de Correos, Señor Serrano, debería de anotar cien veces en su pizarra, que esos sindicatos están defendiendo lo que cualquier socialista decente esperaría de ellos. Por eso es obsceno que el señor Presidente llame en su carta “compañeros” a aquellos a los que mandó el lunes 16 de marzo a la calle, a los mostradores y a los CTA, sin la protección a la que venía obligado por Ley.
Y un aviso a navegantes de la cúpula y a sus peones. En UGT estamos satisfechos de compartir esta lucha con la gran mayoría de sindicatos de Correos y muy en especial de la unidad de acción con los compañeros de CCOO. En esa línea seguiremos. Porque es bueno para los trabajadores y para los valores que defendemos ambos sindicatos. Ni los mensajes subliminales sobre seguidismos sindicales, ni menos los toques por arriba, van a hacer cambiar en Correos una posición que la UGT tiene muy clara en todas sus estructuras. Y una certeza a estas alturas. El actual Presidente de Correos ha despilfarrado una oportunidad histórica para impulsar un proyecto razonable desde el sentido común y con la gente.
Decía un torero filósofo que “hay gente pa tó” y otro, menos filósofo y más realista, decía que “hay toreros más pendientes del postureo y de mirar al tendido, a ver que dicen de él… que del toro”. Vístase al torero con el traje de Presidente de Correos y al toro de miura (llamado “gestión postal”) con unos cuernos en punta tipo “pandemia y crisis global de índole sanitaria”. Y todo encaja.